Proactividad, el primer paso hacia tu productividad

La proactividad es el primer paso para pasar de una actitud reactiva a la toma de las riendas de nuestra vida a través de la acción, sin esperar ni estar a la expectativa de lo que suceda en nuestro entorno. Tomar la iniciativa, dejando de escondernos detrás de excusas y de terceras personas.


Se generan unas condiciones que permiten ganar confianza, provocando que las cosas sucedan siendo uno mismo la fuente del cambio. Aunque sea una retórica que huele a autoayuda es tremendamente pragmática, asumible por cualquiera gracias a su total enfoque a la actividad.

“Tenemos una gran – y preocupante – tendencia a quejarnos o buscar culpables como respuesta a nuestros problemas”

La primera diferencia entre una persona proacctiva y una reactiva es la preocupación sobre sus asuntos. Resumiendo: “Quien se preocupa, se ocupa”. Cada situación requiere de una actuación, de una toma de decisiones que puede resultar incómoda pero necesaria. Ante un problema o una urgencia, debemos preguntarnos ¿Qué hacemos? ¿Cuál es la siguiente acción? Para encontrar una salida o simplemente ponernos en marcha hacia dicha solución.

Parece sencillo pero esconde una profundidad que pasa desapercibida a simple vista. Para actuar diferente hay que pensar diferente, pasar a percibir los problemas no como contrariedades o golpes de mala suerte, sino como parte indisoluble de nuestra rutina, algo que forma parte del día a día y que es inevitable. No vivimos en un mundo feliz sin contrariedades, sino en un mundo donde los problemas y su proceso de solución representan una vía de aprendizaje que nos ayuda a mejorar como profesionales. El conocimiento aplicado a la resolución de problemas en situaciones reales es la forma de cultivar nuestra experiencia.

Pero, ¿Qué nos lleva a dar ese paso? ¿Qué genera ese cambio de actitud? En mi caso fue la necesidad de neutralizar el estrés innecesario de mi rutina, generado por la saturación de imprevistos. Empecé combatiéndolo con una mayor previsión, revisando y controlando los asuntos venideros a semanas vista. Todo ello requiere de método y hábitos, en mi caso elegí GTD y aunque los inicios fueron un continuo ciclo de prueba y error, el retorno generado me hizo tomar conciencia de cómo el simple hecho de organizar mis asuntos, obligarme a decidir qué priorizar, qué hacer, generaba un compromiso con mi actividad que no había existido hasta el momento.

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El compromiso con tu actividad, con tus responsabilidades, te impulsa a buscar tiempo y energía para llevarlas a cabo.  El segundo paso es ganar confianza en tu sistema, pero también en tu capacidad para hacer y decidir, algo que solo conseguirás a base de persistir en tu propósito de mejora (una práctica constante). Y finalmente buscas hacerlo de la forma más eficiente posible, para que eso que tienes que hacer no termine sin dejar de lado otras facetas importantes de tu actividad. Eso es productividad personal.

Una vez has experimentado el círculo causa – efecto generado, emprender acciones, asumiendo las reacciones, tomando decisiones… querrás más. Sabrás que puedes ir un poco más lejos y lo intentaras. La proactividad es una parte esencial de la productividad, su primer paso. Pero ten cuidado, el hecho de hacer más con menos te ayudará a generar parcelas de libertad en tu rutina que serán inmediatamente ocupadas por tu curiosidad, la cual te empuja a investigar-aprender-probar-mejorar y quizás emprender. Si, así es como la productividad moldea nuestra forma de ser.