Lo importante es Hacer las Cosas

Las ideas están, de alguna manera, sobrevaloradas. Por supuesto que una idea brillante tiene más probabilidades de convertirse en una gran empresa que una idea simplemente buena. Pero una idea brillante que no se lleva a cabo, o que se ejecuta de una manera muy ineficiente, termina no valiendo gran cosa.

Sin embargo, una idea medio decente que se ejecuta magistralmente, terminará muy probablemente produciendo una empresa rentable.

El mayor riesgo de fracaso que tiene una startup es una pobre ejecución de los planes. La planificación en sí no suele ser el problema. Ni las ideas. El hecho de que tu idea sea lo suficientemente buena no lo decides tú (para ti es una idea genial, seguro), sino el mercado. Debe haber clientes dispuestos no sólo a pagar por ella, sino a pagar lo suficiente para que la empresa que crees alrededor de ella sea rentable. En cualquier caso, si la idea original no es lo suficientemente buena, una buena ejecución de la misma debería ayudarte a detectar eso rápidamente y permitirte adaptar esa idea de acuerdo a lo que tus potenciales clientes quieren en realidad.

Para un emprendedor, hacer las cosas no es fácil. Cuando alguien emprende un nuevo proyecto, suele hacerlo con pocos recursos. Con poco dinero y poco tiempo disponible. Incluso si te dedicas al proyecto a tiempo total, al principio tendrás que asumir multitud de roles, y cada uno de ellos requiere una importante dedicación. Si, como yo, empiezas con poco dinero, no podrás subcontratar algunas partes del proyecto como te gustaría y tendrás que cargar todavía con más responsabilidades. Por ejemplo, te puedes encontrar con que, además de programar, diseñar, analizar e investigar, tienes que administrar un sitio web, escribir en un blog, atender a los usuarios, buscar socios e inversores y estar presente en los social media. A esto, añádele que querrás pasar algo de tiempo con tu familia y tus amigos, amén de dedicarte otro tanto a ti mismo, disfrutando de tus aficiones, por aquello de tener una vida.

¡Uf! Parece imposible, ¿no? ¿Cómo hacer todo eso sin perderle la pista a nada y sin volverte loco en el intento?

Tienes que saber organizarte. Y no me refiero a tener cada cosa es su sitio, sino a tener en funcionamiento un método que te ayude tomar decisiones y avanzar cada cosa.

Constantemente aparecerán cosas nuevas, distracciones, cosas que parecen más urgentes de lo que son. Por eso, además de disciplina, constancia y pasión por lo que estás haciendo, necesitas un sistema que te permita enfocarte en las acciones importantes.

La buena noticia es que hay una solución. Probablemente más de una, pero ésta es la que yo conozco: GTD. Por varias razones:

Porque GTD te anima a capturar por escrito todo lo que pase por tu cabeza, incluyendo todas las ideas que puedas tener. Y esto es importante para un emprendedor. Tendrás ideas para mejorar tu producto o servicio, para diferenciarlo de la competencia, para hacerlo más atractivo a tu mercado objetivo, y aunque no sea todavía el momento de desarrollar esas ideas, tienes a tu disposición la lista Algún día / Tal vez para que no se pierdan.

Porque GTD te enseña a planificar tus proyectos de una manera natural, guiándote desde tu motivación personal hasta las acciones físicas a realizar. El propósito de GTD es clarificar el camino y hacer que ese proceso mental de tener ideas y planificarlas, se plasme en la realidad. GTD te hace avanzar planteándote constantemente la pregunta ¿qué es lo siguiente?

Porque GTD no sólo define un flujo de trabajo horizontal para gestionar tu actividad diaria, sino también un procesamiento vertical que te ayuda a discernir la importancia de tus tareas en función de tus objetivos a largo plazo y tus áreas de responsabilidad. Y eso es fundamental para un emprendedor. Es muy fácil dedicarte a lo que más te gusta y olvidarte de otras tareas que, aunque no te apetecen tanto, son fundamentales. Necesitas que exista un equilibrio entre tus tareas del día a día y tus objetivos a medio-largo plazo, y ese es el objetivo de GTD.

Porque en una startup los cambios son inevitables y habrá multitud de ocasiones en los que necesites cambiar o ajustar el rumbo para no perder oportunidades de crecimiento y mejora. Y GTD es un sistema que te permite adaptarte a los cambios, porque las decisiones se toman en el momento en que surgen las cosas, no cuando ya han provocado una crisis.

Porque GTD no distingue entre trabajo y vida personal, y esto, en mi opinión, es fundamental para no acabar quemado.

Y porque, definitivamente, GTD funciona. Con GTD puedes hacer todas esas cosas de manera eficiente y relajada, teniendo siempre la sensación de que todo está bajo control.

Puede que no lo consigas a la primera–cambiar ciertos hábitos requiere su tiempo—pero valdrá la pena intentarlo.