Capitaliza tus emociones para emprender con éxito
El mayor obstáculo con el que nos enfrentamos cuando estamos por emprender algo o atravesar un cambio, es nosotros mismos. Qué quiero decir con esto? Digo que no registramos que los que determinamos que algo sea posible y que efectivamente suceda, somos nosotros.
Porqué? Porque nuestros actos están regidos por nuestras creencias y es a partir de estas creencias que configuramos nuestras decisiones y pasos a seguir. Esto significa que mientras no tengamos en cuenta qué tipo de creencias tenemos y qué estamos haciendo a partir de ellas, va a ser difícil generar algún tipo de cambio.
Y no me refiero a solamente creer que algo es posible (al mejor estilo “tu puedes” solo por el hecho de pensarlo o soñarlo) sino a accionar en consecuencia. Porque querer no es sinónimo de poder. Para poder lograr algo hay que creerlo posible, no solo soñarlo o desearlo. Y si lo creemos posible, trascendemos nuestros miedos así como los obstáculos que se presenten para acercarnos a aquello que deseamos. En definitiva creyendo posible lo que deseamos, pensaremos y actuaremos como las personas capaces de lograr nuestras metas.
De acuerdo a lo que pensamos, sentimos y de acuerdo a lo que pensamos y sentimos, decidimos.
Cuando nos proponemos realizar algo, concretar un proyecto o cumplir un deseo, de la mano de las creencias que tenemos, nos atraviesan diferentes emociones. El repertorio va desde la adrenalina, la ansiedad, el entusiasmo, la alegría, hasta el miedo, la inseguridad, el enojo y la envidia, entre otras.
Sabemos que todas estas emociones en algún momento formaran parte de nuestro camino, lo que no tenemos probablemente del todo claro es el nivel de influencia que pueden tener los diferentes estados de ánimo en el hecho de que podamos finalmente ejecutar nuestro proyectos o no.
Si bien no podemos tener un control sobre todo los que nos sucede, somos responsables de elegir qué actitud queremos y elegimos tomar ante lo que nos pasa. Amigarnos con la posibilidad de cambiar, nos permite ser flexibles y adaptarnos con efectividad a las circunstancias. Permitirnos “bailar” con las circunstancias y exprimir nuestra creatividad teniendo en cuenta que cualquier proceso que decidamos atravesar en la vida está más lleno de incertidumbres que de certezas y la clave justamente radica en aceptar las incertidumbres como parte inevitable y natural de cualquier camino que emprendamos.
Llegado entonces a este punto, creo que es momento de empezar a revisar qué tipo de emociones nos están atravesando, qué actitud estamos teniendo ante las mismas y en todo caso qué estamos haciendo con ellas o mejor aún, qué podemos llegar a hacer para sacarles el mayor provecho posible.
Empecemos:
Tabla de contenidos
El enojo, la rabia, el descontento
Es lo que nos permite registrar qué es lo que no nos gusta, lo que nos molesta y deseamos cambiar. Sin enojo ni malestar, no queda en evidencia el conflicto y por lo tanto no hay movimiento ni cambio posible. La energía que proviene de la rabia puede ser utilizada como motor para generar el cambio que deseamos, es la fuerza que activa la acción. Minimizar o neutralizar el enojo nos convierte en personas frustradas y este estado aumenta en proporción al tiempo que transcurra sin que nos hagamos cargo de aquello que nos molesta.
Es importante entonces registrar nuestro descontento sin minimizar el enojo y decidir qué deseamos hacer con aquello que nos generar rabia: permanecer en la queja y la victimización constante o tomar las riendas y accionar en función de nuestros deseos.
La culpa
Y de la mano de la culpa viene el castigo y la concepción (cultural y religiosa) de que somos merecedores o no, de las cosas que nos pasan.
Es como si la vida se tratara de ir obteniendo permisos para acceder a lo que deseamos. Como si vivir se tratara de rendir un examen en el que algo o alguien nos está poniendo a prueba de lo que “merecemos o no merecemos” recibir.
Particularmente tengo una concepción de la vida en la cual como vengo mencionando, cada uno de nosotros somos los artífices de lo que nos sucede en función de creencias y emociones que nos condicionan a la hora de tomar decisiones. Y sin desconocer el contexto desde el cual partimos y las variables que no dependen exclusivamente de nosotros, todo lo que sigue de ahí en más es producto de lo que elegimos hacer. Sin vueltas. Así de simple y complejo al mismo tiempo, pero ante todo sumamente interesante ya que tenemos en nuestras manos todo el poder para generar lo que deseamos generar.
La ambición
Implica el deseo de crecer, avanzar, progresar, evolucionar, en definitiva es una energía que nos dirige a la acción constante y focalizada. Y más allá de la mala prensa que tiene la ambición como si se tratara de un defecto o algo de lo que deberíamos huir, la considero una emoción sumamente poderosa y una gran aliada a la hora de emprender, generar cambios, ir en pos de nuestros sueños. Desde la ambición proyectamos y empezamos a hacer realidad nuestros sueños.
El miedo
El miedo se sustenta en las cosas que creemos, creencias acerca de que algo malo va a suceder o que corremos algún peligro. Estas creencias se fundan en experiencias que hemos vivido o heredado por nuestro entorno. Negar el miedo no solo no sirve sino que sería una actitud más bien infantil. De lo que se trata no es de no tener miedo sino en todo caso de delimitar la intensidad del mismo y poder atravesarlo, poder asumir riesgos más allá del miedo. Con precaución, en estado alerta, con cuidado y mas allá inclusive, de todo esto.
No es valiente aquel que no siente miedo (yo más bien diría que es un negador) sino quien a pesar del miedo avanza y no permite que el miedo lo paralice ni tome las riendas de sus decisiones. Se trata de animarse a trascender los miedos, de poder atravesarlos para convertirte en la persona que deseas ser, para conseguir lo que deseas conseguir. De lograr ser esa versión de vos mismo que pueda alcanzar lo que anhela y está dispuesto a disfrutarlo.
La indecisión
Implica la duda crónica, constante, mantenerse en una actitud pasiva, postergadora. Termina siendo una postura cómoda (aunque no por eso feliz), la actitud de quien no asume riesgos, quien no toma decisiones o mejor dicho toma la decisión de no decidir. Por miedo, por culpa, por perfeccionismo, o asociada a cualquier otra emoción, la indecisión es la procastinadora por excelencia, la que siempre coloca excusas para no accionar, para no avanzar.
Es en definitiva la emoción que genera que se dejen pasar las oportunidades en pos de algo que nunca llega (el mejor momento, el mejor socio, la mejor opción). Porque es en la toma de decisiones que se acelera la acción, se aceleran los resultados y por ende se puede aprender, modificar, rehacer, reciclar. La claridad sólo aparece con la acción, con la ejecución, con la toma de decisión, tomando las riendas de la propia vida y no dejando que sea otro el que maneje nuestro vehículo.
La envidia
Mas allá de la mala prensa que tiene, te propongo ampliar tu mirada sobre esta emoción y empezar a capitalizarla y sacarle provecho. Y no me refiero a que partir de ahora justifiques la envidia que sentís hacia determinadas personas y te quedes inactivo y regodeándote en esta emoción. Por el contrario, te invito a que observes qué te pasa cuando envidias a alguien. Qué sentís atrás de esa envidia.
Esta emoción es la que nos permite registrar lo que deseamos y por algún determinado motivo no estamos alcanzando. Es la que puede señalarte qué es lo que realmente estas queriendo lograr y no has podido o sabido cómo hacerlo. Permitete analizar qué deseo hay detrás de aquello que envidias, eso que está oculto o que no está tan en evidencia. Rastréalo, observalo, analizalo, hazte cargo, aprópiate de aquello que sentís. Que la envidia sea un disparador, un motor para conectarte con tus deseos y decidas accionar en consecuencia.
El perfeccionismo
Hace poco leí la siguiente frase: “una idea mediocre ejecutada es infinitamente mejor que una idea perfecta pero que existe solo en tu cabeza” y no puedo estar más de acuerdo con esto. Soy partidaria (si me seguís hace rato ya lo sabrás) de accionar, intentar, arriesgarse, moverse e ir probando, analizando, reciclando, transformando, probando. El momento o la oportunidad perfecta no va a llegar nunca simplemente porque no existe la perfección.
Entonces, esperar que eso ocurra es ir detrás de una utopía y no hay nada más frustrante en definitiva, que ir atras de una utopía, de algo que nunca va a suceder. Buscar el perfeccionismo conlleva una de las caras de la postergación y del autoboicot. El perfeccionismo te aleja de la capacidad de disfrute, de cualquier actitud creativa y proactiva. Es una emoción que genera un obstáculo poderoso en la medida que le demos lugar y no nos permitamos aceptar lo imperfecto, lo que tiene fallas pero que puede funcionar igual.
Habiendo hecho un recorrido por las diferentes emociones que están en juego cuando decidís emprender algo, hacer un cambio, generar una transformación, llegó el momento de poner manos a la obra y delinear tu plan de acción. Para lo que sea que desees llevar a cabo, es importante que una vez registradas las emociones que te atraviesan y capitalizándolas, sacándoles el jugo a tu favor, te comprometas con vos mismo, con tu propio proyecto y focalices en los objetivos que queres cumplir, en los tiempos en los que deseas cumplirlos y en las acciones que estas dispuesto a concretar y que te acercaran al logro de tus metas.
Es momento entonces de priorizarte y trabajar en vos con todo lo que sentís (miedo, culpa, envidia, enojo, etc.) e inclusive mas allá de eso. Estas listo para empezar?
Mientras tanto, no olvides: Los valores y los principios son nuestra fuente de inspiración, la fuerza y la energía para seguir adelante inclusive cuando pareciera que todo se pone en contra. Ahora sí! Manos a la obra!